Compro en una tienda de productos ecológicos, sí.



Han puesto una tienda de comida de procedencia ecológica muy cerca de mi casa y cada vez que entro y compro pienso en un artículo de gran impacto en las redes en las que se comentaba el engaño que representa la supuesta bondad de los productos ecológicos basada en estudios, informes de autoridades europeas y metaanálisis. Todo muy científico y acorde a lo que defiendo en mi blog una y otra vez. Sin embargo, allí estoy yo, llevando a casa productos de agricultura ecológica en vez de comprarlos en el gran supermercado de enfrente a menor precio.

Me imagino la perplejidad del lector medio cuando se encuentre opiniones de científicos denostando las bondades sin límite de los productos ecológicos frente a otras áreas de opinión en la que se defiende la cultura de la sostenibilidad. ¿Quién tiene razón? Y sobre todo, si el problema es de manipulación y desinformación ¿Qué hace un investigador comprando en una tienda de alimentos ecológicos?

La respuesta vuelve a ser individual y compleja, con muchos matices, como sucede muy a menudo, ya que la vida se compone de tonalidades de grises que confundirán enormemente a los que pretendan reducirla a blancos y negros.

Es verdad que a la moda de lo ecológico se ha sumado mucha palabrería y que gran cantidad de cosas que llevan el sello de ecológico son caras y no justifican su precio. También es cierto que quienes han hecho de la ecología una forma de hacer negocio, difunden información sobre virtudes de los alimentos ecológicos que no tienen, como propiedades nutricionales excepcionales por ser cultivos naturales.


Sin embargo, yo compro en un supermercado ecológico porque quiero potenciar una agricultura sostenible, basada en métodos de reciclado, que busca evitar el uso indiscriminado de plaguicidas que contaminan acuíferos, animales y, finalmente seres humanos. Prefiero tomar huevos procedentes de cultivo ecológico porque quiero potenciar la crianza natural, en la que se trate a las gallinas con dignidad (que la tienen, desde mi punto de vista), sin afianzar con mi actuación como consumidor esas granjas en las que se tratan animales como si fueran desechos. Ya sé que no tienen mayor poder nutritivo que los huevos normales y me van a costar hasta casi el doble, pero también sé que si todos los consumidores cambiáramos nuestros hábitos y giráramos hacia esta forma sostenible y natural de consumo, el mundo sería un lugar con más futuro ya que obligaríamos a las empresas a cambiar sus estrategias de producción.

En cualquier caso, mi actuación no sigue patrones de conducta fanática y si pienso que un limón proviene de un huerto próximo, sin sello ecológico, pero cultivado de forma sostenible, lo compraré, sin duda. En cualquier caso, no me guiaré por el espejismo de lo barato, porque ese limón comprado en un gran supermercado, puede ser más barato que el del huerto de al lado, pero seguro que se deberá a gestiones de índole mercantil que muchas veces tienen detrás explotación de mano de obra en países con condiciones de empleo precarias.

Seguiré comprando pan elaborado con trigo de procedencia ecológicas, huevos con sello de garantía ecológica y tomates y frutas de igual procedencia y lo siento por los metaanálisis (al menos en este caso), hasta que salga algún estudio en el que me demuestren que si se compra artículos de procedencia ecológica se defiende menos la sostenibilidad de este planeta que no es mío.

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