Una cura de humildad para los médicos

Las nuevas diplomaturas de nutrición humana surgidas a finales del siglo pasado han dado lugar a promociones de alumnos que ya son excelentes profesionales, así como a decenas de profesores e investigadores en el campo de las ciencias de la alimentación. Los médicos, como es habitual en esta rama sanitaria, hemos permanecido al margen de los cambios (importantísimos) que se han producido en la investigación de la alimentación humana y su relación con patologías enormemente prevalentes en la actualidad. De esta forma, vemos que ilustres y muy formados profesionales de la medicina, patinan al tocar temas relacionados con la nutrición humana. El mayor ejemplo es el de la Asociación Española de Pediatría y las galletas Dinosaurus, un ejemplo de pésima vinculación entre la Industria y una Asociación profesional que ha dado lugar a un debate supuestamente zanjado en un comunicado de la Asociación con errores conceptuales según la nutrición vigente y actualizada y que ha supuesto un sinfín de risas maliciosas entre dietistas bien formados.

En este contexto, asisto a conceptos fuera de los criterios actuales de la nutrición, como seguir con las frases poco afortunadas de que no hay alimentos buenos o malos, sino alimentación equilibrada o no, lo que cierra en falso el interesantísimo debate actual sobre la intolerancia al glúten, exceso de fructosa en bebidas (en general, de azúcares y carbohidratos simpes), lácteos (con sus problemas de intolerancia a la lactosa, alto nivel insulínico, presencia de estrógenos y antibióticos, razas con una mutación A1, que provoca la presencia de un endocannabinoide, la beta-casomorfina-7 etc etc). Grasas trans, actualmente fuera de toda duda su carácter dañino, grasas saturadas, a las que se va quitando la demonización que les ha acompañado en el siglo pasado, etc etc. Todo se zanja con un “no es problema si no se toma de forma habitual”. De esta forma, la comida en un Burguer si es una vez a la semana no plantea ningún problema (claro está que se da por supuesto que los otros seis días son de dieta ejemplar).

Es cierto que en una dieta variada es más difícil cometer errores graves, pero la monotonía y la manipulación es parte del problema en nuestra sociedad actual, en la que desde la infancia se promociona el sabor dulce o el exceso de sal, dando por sentado que las ensaladas hay que aliñarlas para darles sabor, el café necesita azúcar, la comida de puchero, grasa etc etc. Un alimento actual, pero poco habitual en nuestra evolución, como la sacarosa o azúcar de mesa es, en sí mismo, tóxico y más si se disfrazan decenas de alimentos cotidianos con su presencia, desde refrescos hasta comidas congeladas. De la misma forma, un tipo de ácido graso industrial y desconocido en nuestra alimentación ancestral, los ácidos grasos “trans” son tóxicos en cualquier grado y lo van siendo más a medida que los vamos incluyendo en nuestra dieta de forma oculta (muchas veces con la denominación: grasas parcialmente hidrogenadas….

Me cuesta trabajo creer que en las guías de sociedades científicas de gran prestigio, se siga recomendando como dieta “ejemplo” la dieta mediterránea, claramente fruto de una campaña de marketing que manipuló certeramente la vía cretense o mediterránea, que comentó Ancel Keys tratando de argumentar que un estilo de vida (que incluía la actividad física muy intensa y baja ingesta calórica) favorecía la supervivencia en un grupo de agricultores y pescadores de la postguerra. No era solo el aceite de oliva, las legumbres, el vino tinto y el pescado, sino las acelgas y borrajas de campo, los caracoles (ricos en omega3), la uva comida con semillas, el ejercicio físico intenso de la agricultura de subsistencia o la pesca artesanal etc etc. ¿Dónde está todo esto cuando un restaurante ofrece una carta de dieta típicamente mediterránea? Por cierto, ¿Qué va a hacer la Fundación para la dieta mediterránea patrocinada con dinero público, ahora que la dieta ancestral se está mostrando más terapéutica y preventiva que la mediterránea?

Sigo esperando que mis colegas le presten atención a los alimentos fermentados (microbiota), a la vitamina D (en su forma colecalciferol), a la menaquinona (vitamina K2), al magnesio etc etc etc. No como suplementaciones si se puede evitar, sino como manejo de la dieta y de factores ambientales, con sentido práctico y no con criterios absurdos, como decirle a una mujer que tome el sol para tratar una deficiencia de vitamina D cuando la activación dérmica obliga a una exposición absolutamente inalcanzable en nuestra época con el miedo a los melanomas, el envejecimiento de la piel y el uso de cremas con índices protectores elevados. O recomendarle lácteos a una mujer con déficit de calcio sin considerar que no es el calcio, sino factores asociados como el ejercicio físico con impacto, los alimentos ricos en vitamina K2 y magnesio y la suplementación con vitamina D3. Me duele que no se utilicen recursos llamados naturales, como el jengibre, la cúrcuma, etc con probada acción en la inflamación de bajo grado o crónica y se dejen en manos de los llamados naturistas. Es una pena que nuestra formación científica no se extienda y abra la mente a tratamientos probados en el marco de un criterio intuitivo y de experiencia propia típico de la filosofía oriental. Debemos aprender más, tener menos prejuicios y menos prepotencia y así ayudaremos más a nuestros pacientes.

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