¿Dieta mediterránea?



Existe el convencimiento de que la llamada “dieta mediterránea” es la causante del bienestar y supervivencia de pueblos longevos de esta zona geográfica. De hecho, existe una especie de consenso al respecto que nadie pone en duda. De esta forma, la pandemia que sufren los países desarrollados de enfermedades como la obesidad, diabetes II y cardiopatía isquémica –entre otras- se debería a una ingesta excesiva de calorías, elevada ingesta de grasas saturadas y alto consumo de carbohidratos simples (azúcares)


En este sontexto, se propone la "dieta mediterránea" basada en una ingesta adecuada de calorías, grasas monoinsaturadas (aceite de oliva) y legumbres y verduras.

En el estudio del fisiólogo estadounidense Ancel Keys después de revisar los que realizó Leland Allbaugh a finales de 1948, se constató que los jóvenes estadounidenses – que tenían arteriosclerosis y no llegarían a tener la esperanza de vida de los cretenses-, se diferenciaban en el estilo de vida, y llamaron “mediterranean way” al modo de vida de los cretenses, pero ¿Qué había en ese modo de vida?
¿Pocas grasas saturadas? ¿Legumbres? ¿Aceite de oliva? ¿Vino tinto?

Pues bien, ahora se da gran importancia a dos factores poco considerados inicialmente, por un lado el bajo consumo calórico de la población con etapas de ayuno obligado (debido a temporales que les impedían salir a faenar, o fríos intensos con heladas de cítricos etc etc) y, sobre todo, alta exigencia física en todos sus habitantes (habitualmente dedicados a la agricultura o pesca). De hecho, los estudios que se realizan con tribus de cazadores y recolectores que viven en la actualidad, nos demuestran que la actividad física intensa es, quizás, el factor más importante.

Todo nuestro metabolismo se ha generado en etapas evolutivas en las que la actividad física era muy intensa y los ciclos de comida atravesaban fases de saciedad y hambre, con ayunos obligados. No habían botellas de aceite colgando de los árboles silvestres, el azúcar era extraordinariamente circunstancial (a veces se recolectaba algo de miel o se conseguía una fruta madura, pero solo a veces), no existía industria que fabricara grasas “trans”. El pescado era muy habitual (nuestra migraciones siempre han llevado un mar o río al lado para abastecernos de agua, de la que somos muy dependientes). Hemos permanecido al aire libre expuestos al sol (vitamina D), y hemos vinculado nuestro estrés a explosiones de ejercicio (caza, peleas etc). De repente (en segundos si hablamos de una escala de tiempo comparada), recibimos nuestra dosis de estrés sentados, sin posibilidad de pegarle a nadie (nos echarían de la empresa) o de cazar algo. Es verdad que nuestra genética se ha ido adaptando, pero el problema es que hemos ido más rápidos, me temo.

En este momento no estamos seguros de si es el sobrepeso el que genera resistencia a la insulina, o si es la resistencia a la insulina provocada por la falta de ejercicio y el consumo de azúcares, lo que envía una señal falsa al organismo diciéndole “acumula reservas”. No sabemos si son las grasas saturadas las que provocan la arteriosclerosis o si la se trata de una enfermedad inflamatoria del endotelio provocada por el desequilibrio en la ingesta de ácidos grasos n6 frente a los n3 del pescado. Tenemos una alta prevalencia (cantidad) de enfermos con enfermedad inflamatoria “silente”, es decir, que supuestamente aún no ha dado síntomas, pero en realidad, una gran cantidad de respuestas anómalas del organismo deriva de esa inflamación crónica. Para que se haga una idea el lector, la obesidad se considera una enfermedad inflamatoria de bajo grado.

El estrés que nos generaba el miedo a un depredador lo manejábamos bien en su momento (cuando evolutivamente lo creamos como medida de defensa), pero ahora nos crea un estado de ansiedad generalizada, aumenta nuestra secreción de cortisol de forma crónica y nos inundamos de señales (citocinas) pro inflamatorias.

No son las grasas saturadas las que nos enferman, es el hecho de haber creado una civilización de sedentarios cabreados y, por tanto, no es un restaurante de comida mediterránea lo que necesitamos, sino trabajos a los que haya que ir andando, pisos sin ascensor (uso exclusivo de inválidos y ancianos impedidos), empresas con pausas para hacer ejercicio (no para tomar café con donuts), competiciones de carreras, no de conductores “picados” etc etc.

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